Más lecturas que lectores

Una vez pasado el subidón de ego que personas y empresas han experimentado al descubrir que todos (cualquiera) podemos ser informadores, periodistas, editores, analistas, consultores, influencers y/o gurús, sería aconsejable tomar aire y volver a ocupar el lugar que el interés y el tiempo disponible de cada lector nos asigne.

Queremos decir que la “democratización” de la información, este fenómeno por el cuál todos tenemos acceso a millones de lectores potenciales, multiplicado por la importancia de generar contenidos, ha desembocado en un aluvión de textos que jamás serán leídos o serán leídos por unas pocas personas que no siempre son aquellas a las que el entusiasta redactor se dirigía. Si el resultado lo volvemos a multiplicar por el número de soportes y redes sociales disponibles, resulta que el número de textos de la más variada naturaleza excede al número de lectores con interés, tiempo y ganas de leerlos.

Empresas, consultores y profesionales de todos los ámbitos se han abalanzado sobre sus teclados ávidos de explicar al mundo hasta el último detalle técnico de su último proyecto, la lírica de sus poesías o cómo se cambia la rueda pinchada de una bicicleta. Como si el mundo estuviese esperando nuestra guía.

Claro que no siempre es así y sigue habiendo una comunicación positiva que ilustra, informa o genera ventas, dependiendo de la intención de cada caso. Pero, ¿cómo discernir cuándo estamos publicando con criterio? La situación recuerda la conocida frase de un anunciante que confesaba saber que el 80 % de su inversión publicitaria era absolutamente inútil, pero que no podía saber cuál era el 20 % rentable.

La respuesta a la pregunta cuándo, dónde y cuánto contenido he de publicar es sencilla: DEPENDE, SIEMPRE DEPENDE. Lo único que podemos hacer es analizar con objetividad cada situación, utilizar el soporte adecuado, modular el mensaje y dosificar el tiempo que nos ha de dedicar nuestra audiencia.

Foto por: Thomas Lefebvre.

Leave a Reply

Your email address will not be published.