«Cuando escribas, no aspires a que sea posible entenderte, sino a que sea imposible no entenderte». (Marco Fabio Quintiliano).
Esta frase del retórico y pedagogo hispanorromano del siglo I d.C. recoge en su sencillez toda una declaración de intenciones y un objetivo que probablemente perdemos de vista cuando escribimos. Para conseguir que sea imposible no entendernos, debemos tener muy claro qué queremos comunicar y después organizarnos antes de escribir. Tenemos que decidir cómo queremos contarlo, dónde y para quién lo contamos y qué extensión vamos a darle al texto.
A menudo lo breve esconde el secreto de lo efectivo. Habitualmente creemos que utilizando frases subordinadas y numerosos sustantivos nuestros mensajes calan más en los lectores. Nada más lejos de la realidad. Dificultan la lectura y entorpecen la comprensión.
Y es que todos podemos incurrir en esta inercia si bajamos la guardia a la hora de escribir. Para evitarlo, en Aleph hemos regresado vocacionalmente a la escuela de escritura estas navidades. Queremos compartir las orientaciones y consejos extraídos de un libro que nos ha llamado especialmente la atención. Creemos que te ayudarán para que sea imposible no entenderte.
Se trata del brevísimo y práctico manual de escritura de William Lyon, “La escritura transparente. Cómo contar historias” (Libros del K.O., 2014). Está destinado a periodistas, desde principiantes con ganas de aprender a veteranos siempre a tiempo de afianzar conocimientos. También para todo aquel que quiera mejorar su capacidad para narrar y comunicar por escrito, ya sean historias personales, informes de trabajo, posts de un blog o comunicaciones empresariales.
Si bien para mejorar escribiendo es conveniente leer y escribir todo lo que puedas, también es necesario someter cada frase que escribimos a una evaluación y revisión constante. Como Lyon afirma, “en un buen párrafo, cada frase es el resultado de la anterior y enlaza con la siguiente. El escritor tiene que preguntarse en cada momento cuál será la oración más apropiada. Tiene que pensar, y eso duele. Cuánto más fácil es acumular una serie de ideas diferentes en una frase larga y que el lector se busque la vida”.
Para trabajar esta autoexigencia, ir afinando nuestro estilo y facilitar la lectura de nuestros textos, en un capítulo central del libro Lyon nos facilita consejos sencillos y efectivos que le hemos tomado prestados.
–Utiliza más las palabras cortas que las largas. Se entienden con más claridad.
–No escribas más palabras de las necesarias. Cuantas más palabras superfluas se eliminan, más gana la escritura en fuerza y nitidez.
–No recargues en exceso los párrafos. Pueden cansar al lector y renunciar al esfuerzo de continuar leyendo. Cada punto y aparte le permitirá recobrar el aliento.
-Cuidado con el abuso de los sustantivos característico del lenguaje burocrático. Es más conveniente recurrir a verbos directos.
-Huye de las frases largas. Según un estudio del American Press Institute, cuando la longitud media de las frases era menor de 8 palabras, los lectores comprendían el 100% del artículo. En el extremo opuesto, al ascender a frases de hasta 43 palabras, la comprensión caía al 10%.
–Evita el desorden sintáctico para no confundir al lector.
-Omite tópicos y frases manidas.
Además de estos consejos, añadimos de nuestra cosecha la recomendación de dejar reposar los textos y volver a repasarlos pasado un tiempo o, mejor aún, dejar que lo haga otra persona.
En este punto es conveniente responder a dos preguntas. ¿Qué falta? y, sobre todo, ¿qué sobra? Haciéndolo podremos detectar ausencias y seguro encontraremos alguna frase o párrafo que puede seguir puliéndose.
Y es que contar historias es un arte que necesita la paciencia, el esmero y la autoexigencia de un artesano. Esta exigencia propia la recomendaba Primo Levi, a quien Lyon también cita en su libro. “Siempre pensé que uno debe escribir de la forma más clara y ordenada posible; que escribir es transmitir un mensaje, y que si el mensaje no se entiende es culpa del autor. Por lo tanto, debe hacer posible que su escritura sea entendida por el mayor número de lectores con el menor esfuerzo”.
En Aleph aplicamos a nuestra escritura pensamiento, coherencia y sencillez. Esperamos que sea imposible no entendernos.
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