Perdone pero… ¿con quién estoy hablando?

– ¿Estás hablando con alguien más ahora?
– Sí.
– ¿Con cuántas personas?
– Con 8.316.

Esta escena de Her (2013) dirigida por Spike Jonze, podría resumir de manera contundente el planteamiento esencial de este artículo: por mucho que avance la relación entre la Inteligencia Artificial y la Comunicación, comunicarse con una máquina jamás va a ser lo mismo que comunicarse con una persona.

Uno puede verse tentado a juzgar duramente a Theodore, el protagonista del film magistralmente encarnado por Joaquín Phoenix y pensar “¿Cómo puedes ser tan “pringado” Teo? No sólo te deja tu mujer en la vida real, sino que compras una inteligencia artificial que también te acaba abandonando…” Sin embargo, el bueno de Theodore nos puede servir como punto de partida para abordar el asunto de la Inteligencia Artificial y la Comunicación, algo que lleva años planteándose y que hoy, según avanza la tecnología, se presenta ante nosotros como un tema ineludible.

¿Qué es la Inteligencia Artificial (IA)?

La inteligencia artificial, según Wikipedia, es una parte de la informática dedicada al desarrollo de algoritmos que permiten a una máquina (normalmente un ordenador) tomar decisiones inteligentes o, como mínimo, comportase como si tuviera una inteligencia parecida a la humana. Alan Turing, Isaac Asimov, John McCarthy o Frank Rosenblat fueron planteando las bases de esta rama de la informática, la inteligencia artificial, que en sus primeros pasos sólo soñaba con llegar a parecerse a la inteligencia humana.

Precisamente una de las claves en la problemática de la Inteligencia Artificial radica en que hasta hace poco sólo era una cuestión tratada por las Ciencias Lógico Matemáticas, no por las Ciencias Sociales. Es decir, hasta hace unos años la principal cuestión a resolver era si tecnológicamente se iban a poder construir máquinas que fueran capaces de comunicarse de manera fluida con un ser humano, superando incluso el conocido “Test de Turing”. Esa parte parece estar resuelta ya que los avances en cuanto a Big Data, procesadores y capacidad de aprendizaje de las máquinas a través de sus interacciones con los humanos, ha mejorado de manera exponencial.

Estos hitos tecnológicos parecían confirmar los peores augurios de los filósofos e investigadores (posteriormente trasladados a la cultura popular) que imaginaban mundos apocalípticos donde las máquinas sobrepasaban a los seres humanos en inteligencia, se rebelaban contra ellos y… “Hasta la vista, baby”.

Cuanto daño has hecho, Arnold…

Aunque por ahora estos oscuros presagios no se han cumplido, el reconocido físico Stephen Hawking le dijo a la BBC en 2014 que «el desarrollo de una completa inteligencia artificial (IA) podría traducirse en el fin de la raza humana«. Glup.

«Antes de trabajar en inteligencia artificial, ¿por qué no hacemos algo sobre la estupidez natural?»

Steve Polyak, neuroanatomista y neurólogo estadounidense.

Lejos de las películas y ficciones catastróficas, y estando en un blog de comunicación, queremos tratar de bosquejar una respuesta a esta pregunta: ¿Será posible comunicarse con una máquina de la misma manera en que se comunican dos seres humanos?

Todo apunta a que no… por ahora. Y es que el gran problema comunicativo que tenemos los humanos frente a las máquinas es justamente la “perfección” de estas últimas. La complejidad y la magia de la comunicación humana está en que los humanos somos capaces de ser ilógicos, irracionales, ambiguos y equívocos. Una máquina no. A una inteligencia artificial le resulta muy difícil resolver cómo representar el conocimiento que proviene del sentido común, que es más inexacto y cuyos razonamientos son más difíciles de aprehender porque no son tan lógicos (“Inteligencia Artificial y Modelos de Comunicación”, RAZÓN Y PALABRA).

Otro de los problemas centrales que se producen en la comunicación con las máquinas es la ambigüedad del lenguaje, ya que en la comunicación humana se debe conocer el lenguaje del interlocutor, el contexto y llevar a cabo un proceso de interpretación que es subjetivo y polisémico. Por ejemplo ¿alguna vez han tratado de ser irónicos chateando con un bot? No lo hagan.

En su informe “Comunicaciones Unificadas y Colaboración 2018”, Nemertes preveía que casi el 41% de las empresas planean utilizar la inteligencia artificial en las comunicaciones. Por supuesto que es mucho menos costoso tener un bot respondiendo a los usuarios que tener una persona interactuando en tiempo real pero… ¿le sirve de verdad a las empresas a largo plazo para mejorar su comunicación con el cliente? Como nos gusta decir en Aleph: “Depende”. Puede que para tareas sencillas o dar respuesta a preguntas muy básicas sí que se ofrezca un servicio rápido y decente. Pero pocas cosas exasperan más a una persona que tener que resolver un problema y darte cuenta de que estás siendo atendido por una máquina (o un contestador, aunque en este caso es inmediato).

Otro tema de fondo es si, al final, las máquinas no se cansarán de nuestras limitaciones (para ellas) o riquezas (para nosotros) del lenguaje humano e inventarán su propia forma de comunicarse de una forma mucho más eficiente. Algo así pudimos ver en un experimento que Facebook tuvo que cerrar cuando su proyecto de Inteligencia Artificial comenzó a tener más autonomía de la que a sus creadores les parecía adecuada.

¿Hacia dónde vamos?

Más adelante quizá podremos divagar sobre el paso intermedio que se dará cuando el humano se convierta en un “cyborg de la comunicación”, mitad hombre, mitad máquina. Cuando tenga la capacidad de incorporar algún tipo de implante que amplie por ejemplo su memoria de forma artificial, que le permita traducir/entender simultáneamente cualquier lenguaje con tan solo activar su dispositivo cerebral tirando del lóbulo derecho de la oreja (este ejemplo no es más que un arrojo imaginativo del autor de este artículo, no lo tengan en cuenta).

Humildemente, creemos que aún queda mucho camino por recorrer para que, al menos en la comunicación, los humanos nos veamos superados por las máquinas. Nuestras imperfecciones nos hacen “perfectos” para comunicarnos.

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