En Aleph nos ha dado por denunciar algunas de las injusticias más flagrantes de este sector que es reflejo privilegiado de la sociedad inmoral en la que vivimos. Nuestra pretensión es que, al menos, seamos conscientes de dicha inmoralidad. Una vez asumida la realidad estaremos en condiciones de afrontarla y, si procede como en este caso, intentar cambiarla.
En el post anterior mencionábamos la insoportable presión que sufren los ludópatas, y quienes aún no lo son, para que se jueguen su dinero (o el de sus padres, esposas o hijos) en apuestas deportivas, casinos de barrio o donde sea, pero sin ver que se trata de una enfermedad tóxica para el enfermo y para su entorno.
Hoy nos centraremos en el fenómeno de los becarios, porque es uno de los colectivos más marginados y perjudicados por los excesos de empresas, jefes y clientes. De hecho se han convertido en un ejemplo de los abusos en los despachos y el “ponme un café” (con o sin “por favor”) ya es todo un símbolo de las injusticias que los universitarios han de asumir para “terminar de formarse profesionalmente”.
El rol de becario es (o puede ser) crítico para la persona que lo asume porque le permite tener una primera impresión del mundo empresarial sin la responsabilidad de un puesto de trabajo y mientras acaba de formarse profesionalmente. Para la empresa, la figura del becario le permite conocer un posible talento a un bajo coste.
Es decir, si ambas partes tienen claro su rol y se respeta, es un estupendo mecanismo de conocimiento que puede traer grandes beneficios. Ahora bien, si no se respeta, puede provocar graves consecuencias como que la ilusión, las ganas y el talento, se pierdan, generando una pérdida obvia para el becario y de talento para la empresa.
Así, la etapa de prácticas es muy importante, y por diversos motivos, para el becario y para la empresa. Quizás el más importante de los motivos y el más olvidado sea que el becario es antes que nada una persona y como tal ha de ser respetada por encima de cualquier criterio empresarial.
En el entorno de la comunicación y del marketing, la situación de los becarios es tan solo la expresión más extrema de una cadena de degradaciones bastante generalizadas. Suelen ser prácticas abusivas que parten del cliente al responsable de la agencia y este lo va derivando hasta que, aquello que el cliente reclamaba y que de por sí era abusivo, recorre la “cadena de mando” para llegar finalmente al becario que, para más INRI, resulta que gana una miseria o ni siquiera.
…. Y todos seremos respetados.
Así, es habitual que un cliente pida a su agencia, de forma más o menos puntual, un servicio que no estaba en el contrato, un seguimiento de una noticia durante el fin de semana, una creatividad “que la hacéis en un momentito” o revisar (cuando no hacer) una presentación que no guarda ninguna relación con el acuerdo de servicios. Estos encargos fuera de contrato, que se piden con la boca pequeña y que nunca serán retribuidos, pueden tener consecuencias fatídicas para la agencia y para sus integrantes. Por lo pronto el “encarguito” seguirá el trayecto que comentábamos y terminará en manos del becario, aunque no aprenda nada al hacerlo (recordemos que los becarios lo son con el fin de aprender). A falta de becarios, el encargo impagado y por lo tanto injusto, también puede terminar en manos de un coordinador que lo tendrá que hacer fuera de hora, a costa de su vida privada. El colmo de la paradoja se da cuando el abusivo encargo versa sobre la responsabilidad social de nuestro cliente.
En el camino, este tipo de peticiones impactan negativamente en el servicio de la agencia y, en última instancia, en su viabilidad. Por ello es importante que los prestadores de servicio aprendamos a decir “no” cuando se nos pide lo que no procede y nos aferremos al formato convencional de trabajar sólo a cambio de una remuneración. Como en la vida misma. Hace falta valentía para negarse a lo que nos pida según qué cliente, pero resulta altamente saludable.
Se nos hace difícil realizar una encuesta en este sentido, pero algo me dice que, en la inmensa mayoría de los casos, las agencias terminan haciendo aquello que el cliente les exige; sea lo que sea y esté o no incluido entre los servicios contratados. ¿Y si no lo hace? Agencia que pretenda cobrar por ese trabajo que al cliente le resulta molesto pagar, probablemente se enfrente al típico “tú verás”, al “si tengo que mirar con lupa cada vez que os tengo que encargar algo…” o al mismísimo “¡es que queréis cobrar por todo!”. Como si fuese una crueldad.
Conclusión: Cuidar al cliente y el puesto de trabajo se han convertido en prioridades tan importantes que lo eclipsan todo; desde el principio de trabajar por un pago digno hasta el respeto a los acuerdos y a las personas. Y un becario no es otra cosa que una persona con la que se ha llegado a un acuerdo. Si lo que va a aprender es a servir café, al menos pongámoslo sobre aviso, a ver si el puesto le sigue interesando. Nuestra propuesta es respetar profesionalmente al becario e ir haciendo extensivo ese respeto a todo el organigrama. Puede que, de esa manera, vayamos creando un entorno donde cada trabajo es respetado y, por lo tanto, pagado.
Imagen: chuttersnap
Leave a Reply