Malentendidos para el recuerdo

Si la comunicación en sí es apasionante, los malentendidos son uno de sus aspectos más jugosos. Pueden resultar peligrosísimos o pueden salir bien, pero algunos de estos malentendidos en el ámbito de la comunicación han quedado grabados en la historia y merecen ser recordados. Estrella Montolio, en el programa Gente Despierta de RNE, recordaba algunos casos que, sin su permiso, podríamos agrupar en malentendidos originados en malas traducciones, malentendidos por asignar a la palabra del otro una importancia que el otro no le ha dado y malentendidos por pura estrechez mental.

Ejemplos:

1)      Malentendidos originados en malas traducciones ¿Por qué Moisés tiene cuernos en la estatua de Miguel Angel?

En la biblia se nos dice, en hebreo en el original, que David tenía “keren or panav” refiriéndose a que Mosiés tenía “un rayo de luz en la cara”. En hebreo la palabra rayo y cuernos son parónimos y San Jerónimo lo tradujo en su Vulgata como “su rostro era de cornudo”. En versiones posteriores de la biblia el error fue corregido, pero ahí sigue la estatua, con mucha más proyección histórica y artística que cualquier aclaración sobre la cornamenta del buen Moisés.

2)      Malentendidos por asignar a la palabra del otro una importancia que el otro no le ha dado ¿Por qué los indios americanos (en el cine) saludan con el vocablo “jao”?.

“Jao” nunca fue palabra en idioma navajo, ni sioux ni en el de ninguna tribu de Norteamérica. Los nativos se limitaron a imitar el saludo de los colonos “How do you do?”, pero sólo llegaban al famoso “Jao”, que es lo que oían. Gracias al cine hemos crecido creyendo lo que nunca fue; aunque esto es otro tema y da para mucho más.

3)      Malentendidos por pura estrechez mental. ¿Por qué la península de Yucatán se llama así?

Cuando Francisco Hernández de Córdoba y sus secuaces llegaron a lo que hoy es Yucatán, preguntaron a los nativos por el nombre del sitio y registraron su respuesta, que significaba “no te entiendo”. La pregunta fue realizada en español puro y pensando (sin pensar) que los nativos les entenderían. En América hay muchos casos similares. Perú, por ejemplo, debe su nombre al indígena interpelado sobre el nombre de aquel sitio, que pensó que le estaban preguntando su nombre. Y hay más ejemplos. A nuestros conquistadores no les cabía en la cabeza que aquellos seres, que nunca habían visto a un europeo, no entendiesen sus preguntas, realizadas en voz alta y clara.

Estos ejemplos nos enseñan que la comunicación requiere una empatía que los conquistadores no siempre tuvieron. Respecto de los cuernos de Moisés, que cada uno saque sus propias conclusiones.

Conclusión; ten cuidado con los malentendidos o disfrútalos, pero no los ignores.

Fotografía: Pablo Cueva

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